Art Basel Miami 2023

 Radamés ‘Juni’ Figueroa: Especies invasoras

‘Especies invasoras’ suena casi como terminología militar. Como ejércitos enemigos, causan estragos en hábitats foráneos, perturbando cualquier equilibrio frágil que ha logrado florecer. Tienen fuerza en números, resisten defensas locales, y rápidamente le dan forma a su nuevo territorio. Las especies nativas se ven obligadas a adaptarse para poder sobrevivir, generando una tensión imposible e infinita que desde hace tiempo es el epicentro de la práctica de Radamés ‘Juni’ Figueroa.

Las pinturas de Figueroa no se pueden separar de sus instalaciones y esculturas, que tienden a incorporar happenings, música y participación colectiva. Sus trabajos son hábitats en sí– ambientes activados donde perspectivas y sensaciones se alteran constantemente. Figueroa desarma a los espectadores con su propia receta de realismo– no llega a naif, pero tampoco a clasicismo. Usando su humor y una amplia gama de referencias culturales, sus imágenes y espacios lúdicos ofuscan un complejo paisaje de ansiedades personales y políticas que rechaza lecturas superficiales. La duda y la inestabilidad son intrínsecas a los placeres sensoriales que tanto se asocian con el trópico.

El Puerto Rico natal del artista es el gran sujeto y escenario de la serie Caimanes. Iniciada en el 2021, las pinturas son difíciles de categorizar en un solo género. Entrelazando el retrato, el paisaje y la narrativa, son, de cierto modo, pinturas de historia. Los caimanes son lagartos no nativos introducidos en Puerto Rico en los 1960s, inicialmente disponibles como mascotas en tiendas de marcas estadounidenses. Inevitablemente, muchos de esos caimanes llegaron a los ríos de la isla, donde no tienen depredadores naturales y donde las hembras ponen hasta 40 huevos a la vez. Ante la falta de recursos gubernamentales dedicados a manejar esta situación, el pueblo local tuvo que improvisar para afrontar su nueva realidad– la famosa bregaera boricua– y así surge el mercado negro de caimanes en Puerto Rico.

Al día de hoy, hay varias familias a lo largo de la isla que llevan especializándose en la cacería de caimanes por varias generaciones. Puedes comprar empanadas de caimán si sabes dónde buscar. Tener caimanes como mascotas se ha convertido en un símbolo de estatus en algunas culturas underground y redes de narcotráfico. Al desarrollar esta serie, Figueroa compartió con familias cazadoras en comunidades aisladas donde escasea la actividad económica. Observó que el tráfico de caimanes es esencial para la sobrevivencia diaria, y sobre todo para la dignidad que acompaña a la autosuficiencia. Figueroa contempla esta simbiosis incómoda a través de la serie, particularmente en el retrato Don Cheo, ojos de caimán.

Los caimanes ocupan una variedad de roles a lo largo de las pinturas, desde figuras secundarias despreocupadas hasta trofeos de cacería y jugadores de billar humanoides. ¿Será que resaltan grotescamente, o hay una nueva armonía complicada desarrollándose? Los procesos de invasión y colonización nunca son directos en su toxicidad. La cultura invadida muere y sobrevive todos los días. Sin entrar en referencias políticas directas, el trabajo de Figueroa nos alimenta con preguntas sobre hegemonía, victimización y auto-suficiencia.

Complicando estas narrativas históricas, las pinturas de Figueroa son un un campo de batalla entre referencias de la historia del arte e imaginería del Puertorriqueñismo más sardónicamente kitsch. Palmeras, bañistas y artistas de reggaetón existen en cuartos y costas imaginarias junto a una colección de obras maestras de talla mundial. Ñengo Flow posa con su caimán mascota frente a su pintura de Peter Doig. Una escultura de una sandía de Erika Verzutti comparte la playa con una bañista desnuda cuyo corte de pelo es sospechosamente semejante a un Fernand Léger.

En las tres pinturas tituladas La guarida del caimán, estamos en una barra de billar colmada con graffiti a la orilla del mar, con los caimanes posando descaradamente con sus palos, casi distrayéndonos de los Matisses que cuelgan casualmente en las paredes. El retrato de un perro es un detalle de El velorio (1893) de Francisco Oller- una de las pinturas más importantes de la historia del arte de Puerto Rico, con un rico y complejo legado de crítica poscolonial. Al igual que con los caimanes, hay que preguntarse si estas obras son agentes de equilibrio o disonancia. ¿Son significadores jerárquicos de valor, o encarnación física de la humanidad universal, pertenecientes a todo el mundo?

Figueroa hace literal su inversión consciente de la cultura alta y baja con Pesca nocturna en Canóvanas, una referencia irónica a la Pesca de noche en Antibes (1939) de Picasso. En vez del sur de Francia, nos transporta al Río Grande de Loíza en el norte de Puerto Rico, una de las vías navegables principales de la isla, actualmente cundida con caimanes en varias áreas. El agua oscura y empantanada contrasta con el cielo estrellado iridiscente, con un satélite que nos ubica firmemente en el presente tecnológico. Al fondo, hay una sirena que se baña con la luz reflejada en la luna, mientras que al frente aparecen los hermanos Díaz Rosario en su lancha, cerca de un caimán relajándose sobre un inflable de plástico en forma de lagarto. Figueroa se vale frecuentemente de símbolos de relajación y turismo, apropiándolos desde una perspectiva boricua. Armado de humor, investiga quién realmente puede relajarse en el trópico.

Puerto Rico es una pequeña isla-colonia caribeña forzada por siglos a depender del turismo y capital extranjero. La política y el debate infinito sobre la relación de la isla con Estados Unidos tiñen todos los aspectos de la vida diaria. El gobierno incentiva el desarrollo hotelero en vez de la protección de recursos naturales, y la cultura local se convierte en un espectáculo para el deleite de quien visita. En este contexto, la belleza que vibra de los sujetos y paisajes de Figueroa desmiente su profunda ambivalencia sobre la práctica del placer, ocio y arte como actos inherentemente políticos. Sus estéticas exuberantes subrayan notas sutiles de rechazo y rebelión, que a su vez paradójicamente celebran la subjetividad artística como estrategia de resistencia.

Laura González