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Eduardo Navarro

Oído vegetal





Ciudad de Guatemala

Oido Vegetal 

Parte Uno: 

“La hoja, mientras esta sujeta al árbol”

Un tímpano rojo y brillante se asoma por encima de la densa y frondosa vegetación de un bosque húmedo ubicado a una hora de la ciudad de Guatemala. Tomando la forma de una gran flor roja, tres pistilos amarillos emergen de su interior actúado como antenas y contenedores de agua de lluvia para darle de tomar a los pájaros de su entorno. Su tallo de seis metros de altura se enrula hacia la tierra hasta llegar a un gran capullo verde. Las flores son una tecnología extraordinaria para la comunicación inter-especie: su belleza feroz capta la intersección entre los mundos vegetales y animales, en donde la evolución y la reproducción colisionan. Esta flor, en su naturaleza viva, nos invita a adentrarnos en su utero vegetal cargado de calma y sensualidad, que simultáneamente se activa y oscurece conforme cerramos su puerta circular por la cual se ingresa. 

Las plantas no tienen órganos y sus funciones no están concentradas en una parte específica de su anatomía; ellas respiran, perciben, se alimentan y reproducen a lo largo de toda su extensión. Dentro de éste oído vegetal, perdemos nuestro sentido de vista en un ejercicio de expansión sensorial, permitiendo que la audición tome la totalidad de nuestros cuerpos. Su tallo filtra gentilmente los sonidos e información del bosque, permitiéndonos en su interior practicar la escucha profunda. 

Sin embargo, en su interior no hay espectácularidad: su profundidad se nutre del acto de contemplación en el cual nos adentramos en este estado de consciencia meditativa, de comunión vegetal, de auto-exploración plena, o ‘samdahi’.Al salir y caminar hacia la luz, apreciamos la propuesta vegetal de contemplar y atender los elementos al nuevamente volver a estar junto a ellos, al convertirnos en ellos: el sonido de los pájaros, sol, el aire húmedo, el calor y la tierra. Esta gigantesca flor, brinda la exploración de una tecnología emocional a modo de desarrollar la elasticidad, empatía y contemplación de nuestro mundo. Al adentrarnos a este reino vegetal expansivo nos podemos imaginar otros que son más generosos con todas las especies.

Quizá en 7,000 años las flores tomarán el control de todas las infraestructuras humanas, la telecomunicación ocurrirá vía polen, los pétalos proveerán refugio y las raíces alimentarán a nuestros descendientes. 

¿Podemos imaginar un futuro en donde las plantas se convierten en oráculos y dónde cada una de nuestras decisiones se hacen en consulta con ellas? 

Hay muchas maneras de ser flor.


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Parte 2:

“La hoja, mientras cae y se descompone”

(el sonido de hojas cayendo)

Salimos expulsados de una forma romboidal y amarilla que flota en un universo de carbón. Abrimos todos nuestros ojos tras 100 años de sueño profundo. Respiramos luz verde. Arrancados, nos desplazamos en movimientos circulares, como los ritmos circadianos. Atravesamos un océano de flores moriscas de cerámica. Llegamos a una capilla.

“El alma es la potencia verdeante del cuerpo” Hildegaarde of Bingen (Sigo XII)

(el sonido de hojas cayendo)

Estiramos el brazo tanto que acaricia todas las paredes de la sala hasta toparse con una puerta con vidrieras verdes y amarillas en cuadricula. Al abrirla, interrumpimos una danza azarosa, en carboncillo y pastel azul, de cuerpos y hojas enredándose y atravesándose. Nos unimos.

“Todos querían ser planta, comer por la piel, olvidar su pasado, soltar los órganos” Eduardo Navarro (2022)

(el sonido de hojas cayendo)

Legamos a una plaza pública, consciente y carbónica. En su centro, un árbol sombrilla se inventa juegos de azar escupiendo sus hojas. SÍ SÍ NO SÍ NO NO SÍ NO SÍ SÍ NO. Hacemos un millón de preguntas con la boca hinchada. El azar solo concierne a lo finito, al cuerpo, nuestra consciencia se aburre.

“Los arboles definen una manera específica de hacer el mundo y hacer comunidad” Emannuel Coccia, (2017)

(el sonido de hojas cayendo)

Yacemos en un vacío espumoso de putrefacción y actividad microbiana. Un enredo de fungís nos abrazan y devoran. Somos criaturas de la tierra (“humano”, del latín humus: tierra). Al fundirnos con las hojas de árbol sombrilla, nos transformamos en lo que nos convertimos.

“Como cuando se abre una flor y revela el corazón que no tiene”
Alejandra Pizarnik, 1968

– Bárbara Rodríguez Muñoz

*El texto de la exhibición Oido Vegetal se divide en tres partes, que al igual que una planta, sus partes irán creciendo en el tiempo a lo largo de la exhibición y su devenir en el mundo. 

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